Breve historia del Pasodoble

Origen

Parece ser que el pasodoble procede de la tonadilla escénica, que era una composición que en la primera mitad del siglo XVIII servía como conclusión de los entremeses y los bailes escénicos y que luego desde mediados del mismo siglo era utilizada como intermedio musical entre los actos de las comedias.

Concretamente y estableciendo cinco etapas (entre 1750 y 1850) en el desarrollo de la tonadilla, en la tercera, entre 1770 y 1790 cuando la tonadilla hubiera llegado a su madurez y apogeo, sería el momento en el que nacería la tonadilla unipersonal, precursora de las variedades que irían apareciendo en los siglos posteriores, entre las cuales encontraríamos diferentes pasodobles que hoy conocemos.


El musicólogo José Subirá, además de afirmar lo anterior, nos da a conocer que, entre las más de dos mil tonadillas manuscritas que se encuentran en las bibliotecas, en algunas de ellas se describen corridas de toros, ya sea en la parte central o en las seguidillas finales.

Esto ocurre, por ejemplo en las tonadillas de Pablo Esteve, tituladas: "El torero, la maja y el petrimetre (1780)", o en "La Hortelana".

También hay que decir que al menos una quinta parte de ellas, en lo musical, son anónimas, ya que los autores se escudaban en el anonimato al ser la tonadilla considerada un producto menor que además estaba destinado al canto.

La cuarta parte restante sería obra de los principales autores conocidos como los madrileños José Palomino, Antonio Guerrero, los Catalanes Luis Misón y el propio Pablo Esteve, o los navarros Pedro Aranaz o Blas de Laserna. Estas tonadillas conjuntaban letras llanas, sencillas, populares con músicas pegadizas, fáciles de tararear y muchas veces nétamente folclóricas, en coplas de seguidillas, fandangos, etc. Cuando la tonadilla era de tema taurino, participaban clarines y atabales (hoy denominados timbales), los mismos que habían venido actuando en las vistosas fiestas de toros celebrados en las plazas mayores de algunas de las más importantes ciudades españolas durante los siglos anteriores.

Son ejemplo de alguno de ellos las fiestas de toros que tuvieron lugar en la villa de Vera (La Rioja) en 1135 para realce y brillantez de la coronación de Alfonso VII, o aquellas celebradas en la plaza mayor de Medina del Campo (Valladolid) 1418 para festejar la boda del monarca Juan II con doña María de Aragón, o en Mayo de 1527 cuando el emperador Carlos V para celebrar el nacimiento de su hijo Felipe II mató un toro de una certera lanzada, o un poco más tarde, en el siglo XVIII, en la plaza mayor de Madrid, con motivo de la exaltación al trono del Rey Carlos IV y de la jura de su hijo el Príncipe de Asturias, los días 22, 24 y 28 de Septiembre de 1789.


Por todo esto, en aquella época la música taurina no eran pasacalles o pasodobles, que según Mariano Sanz de Pedre procederían de alguna de las danzas que se introdujeron en España en el siglo XVII y que posiblemente entre las de carácter más alegre se llegó a elegir alguna que, una vez trasformada y acoplada a nuestro temperamento, sería el antecedente inmediato del pasodoble español.

Esta opinión se corroboraría por la existencia de una antigua danza española llamada "Pasacalle", que alcanzó mucha popularidad en el siglo XVI y se cita en el entremés "La escuela de danzar" de Navarrete y Ribera (1640).

En opinión de Manuel Delgado-Iribarren (autor de Los Toros en la Música - COSSIO-) el pasodoble procedería de un tipo concreto de marcha militar, de compás binario (paso-doble), que debió generalizarse en España en el siglo XVIII, si bien luego, merced a dicha expresión habría sido adoptada por las bandas municipales formando parte del repertorio junto con oberturas, fantasías, mazurcas...

De esta manera la primitiva marcha militar, guerrera, épica, habría tenido su máximo explendor durante la Guerra de la Independencia para, poco a poco, ser incorporado por la población civil en sus variantes lúdicas y hacerse melodía danzarina torera.

Esta evolución como bien dice Manuel Delgado Iribarren, no es otra cosa que una hipótesis, pues no hay datos suficientes para comprobarla con rigor.

Tras esta etapa púramente militar (siglo XVIII) vendría la fase de incorporación de elementos populares (durante el siglo XIX), con la adición de elementos armónicos de la seguidilla, jota, bolero, flamenco... y sobre todo la incorporación de la cadencia andaluza.

La fase final sería la elaboración técnica de la obra orientando el pasodoble hacia la danza, el teatro, el cuplé y la canción.

Evolución

En Cualquier caso, si procede exclusivamente de la tonadilla escénica (José subirá), si su origen más remoto son aquellas primitivas danzas del siglo XVIII (Mariano Sanz de Pedre), si viene de un tipo en concreto de marcha militar (opción de Manuel Delgado-Iribarren), o si su origen y evolución son todos estos, es decir, que proceda de las tonadillas y danzas de los siglos XVII y XVIII que luego recibieron la influencia de las marchas militares, que probablemente sea la hipótesis más correcta, lo cierto es que los compositores de la época, no olvidaron incluir pasodobles en sus obras y todas las zarzuelas, entre mazurcas, polcas, jotas o romanzas cuentan con algún pasodoble.

Este género tuvo una extraordinaria fortuna en el teatro lírico, como se comprueba fácilmente al repasar el altísimo porcentaje de zarzuelas que lo incluyen para situar la acción de la obra en el mundo taurino.

Esto ocurre en "Pan y Toros", "El Sargento Federico", "El Barberillo de Lavapiés", "El molinero de Subiza" (a esta obra pertenece la célebre "Salve Marinera"), "La Gran Vía", "Agua Azucarillos y Aguardiente", "El Bateo", y más tarde ya en pleno siglo XX, en "Don Manolito", "La del Manojo de Rosas", "La Celestera", "Molinos de Viento", "El niño judío", zarzuela en la que oímos "de España vengo...". También se incluyen pasodobles en sus Zarzuelas, Amadeo Vives en "La Generala", Ruperto Chapí en "El Tambor de Granaderos", "El Puñado de Rosas", Federico Moreno Torroba en "La Chulapona".

Pero el mundo de los toros no solo está presente en el género lírico; también ha llegado a la ópera, y aquí el ejemplo inmediato es la Canción del "Toreador de Carmen" de George Bizet cuyo último acto se desarrolla nada menos que en la Plaza de Toros de la Maestranza de Sevilla, "El Gato Montés", obra de Manuel Penella, estrenada con gran éxito tanto en España como al otro lado del océano.

Por otra parte, autores de música clásica se han sentido atraídos por la Tauromaquia y Joaquín Turina escribió "La Oración del torero", que no es un pasodoble pero se inspira en momentos íntimos previos al festejo, en los que el torero reza en la capilla. Andrés Amoros en su libro Toros y Cultura (Espasa Calpe 1987) refleja como desde las ventanas de su hotel madrileño, Igor Stravinsky escuchaba fascinado los ecos lejanos de alegres pasodobles.

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